Dicen que cada paso que vamos dando en la vida desde que somos bien pequeños es lo que nos hace ser como somos hoy en día. Desde el domingo pasado llevo dándole vueltas al tema…
Tuve la suerte de poder estar en Alicante en la celebración del centenario de lo que fue mi colegio, el de mi padre y mis hermanos, y también de lo que fue mi centro juvenil, aquel en el que pase gran parte de mi infancia, de la obra Salesiana.
El poco rato que pude disfrutar de la celebración, me sirvió para, además de reencontrarme con viejos amigos, hacerlo también con una parte de mí misma que a veces se queda atrás en este ritmo loco que llevo.
Se dijeron muchas cosas ese día y se abrieron muchos recuerdos dormidos, pero me quedé con un rato que tuvimos de reflexión en el que se nos invitó a pensar en aquellas personas que han pasado por nuestra vida a lo largo de estos años, algunas presentes, otras ausentes, algunos que siguen en mi vida hoy, otros que sabes que están siempre ahí aunque sea en la distancia, y otros que estuvieron y pasaron de largo, dejándote huella. Ellos son las que nos han ido haciendo, paso a paso, momento a momento, a convertirnos en lo que hoy somos.
Me encantó ir recordando mientras escuchaba, a aquellos con los que compartí sonrisas y con los que fui creciendo. Me sirvió para pensar en lo que han influido en lo que ahora soy y en lo que quiero ser, como persona, como profesional y como madre. Me sirvió para pensar también en lo que me gustaría que viviera mi hijo y en lo que quiero ayudarle yo. En lo que tengo que cambiar y en lo que tengo que mejorar.
Ojalá él algún día pueda reflexionar y decir, como digo yo ahora, que mis padres tomaron una buena decisión llevándome al colegio que me llevaron y dejándome disfrutar de las experiencias que en esa gran familia disfruté. Me gustaría que dentro de unos años tuviera tan buenos recuerdos como tengo yo de esos momentos y que alguien le transmitiera los mismos valores que me transmitieron allí. Aunque no sea en el mismo entorno, aunque no sea en la misma ciudad, pero que lo consiga. Que algún día mezcle la sonrisa con las lágrimas de emoción cuando recuerde su infancia, los momentos que vivió, que está viviendo ahora y los que le quedan,porque eso quiere decir que se ha quedado con lo bueno y lo más importante, que fue feliz.
¿O no querríais vosotros eso para vuestros hijos?